Son las 7:30. Suena el despertador y me levanto. He dormido
de un tirón pero hay que madrugar porque tengo que entregar unos documentos en
la Administración.
A las nueve, después de haberme aseado, vestido y
desayunado, salgo de casa. Antes de llegar a la Consejería, paso por el banco y
realizo los ingresos que me solicitan. Me dirijo a un estanco a sacar dos
fotocopias más y con todo el papeleo hago mi entrada en el departamento. Se
encuentra en la planta baja de un edificio que tiene cinco. Veo un cartel que
indica que para el registro no hace falta coger número. Sólo tengo dos personas
delante de mí. ¡Genial, por una vez acabaré pronto!
Llega mi turno y me atiende una persona. Me indica que para
compulsar y entregar debo hacer un listado de todos los documentos y que una
vez lo acabe me siente en un silloncito que hay en el lugar. Me empiezo a
sentir Asterix en aquella película de dibujos animados que vi de niña ‘Asterix
y las doce pruebas’ en la que para sellar un papel, los dos galos recorrían
medio edificio: escalera arriba, abajo, ventanillas…”.
Espero veinte minutos y me llama una funcionaria. Me recoge
la documentación y dice que así no la puede compulsar. “Por favor, está
ordenado pero ponga cada documento original junto a su fotocopia para
compulsarlo. Se puede situar en aquella mesa y mientras yo voy atendiendo a
otra persona porque tengo más cosas que hacer”, asegura la señora.
Mi cara en ese momento es un poema. Cojo aire y respiro
profundo. ¿No se supone que ése es su trabajo y que es lo que tiene que hacer
ella? ¿O hay que dárselo masticado? No admito la prepotencia, pero por
desgracia o por suerte, soy educada y me callo la boca. ¡A veces me arrepiento
de la educación en valores que me ha dado mi familia y la escuela, porque en
esos momentos te dan ganas de decir cuatro cosas!
Termino de colocar los documentos con sus fotocopias y tengo
que esperar quince minutos a que acabe con la persona que, encima, iba detrás. Tarda en
compulsar lo mío menos de cinco minutos. Le pregunto que si están muy liados y
me comenta que “la cosa está tranquila”. Conclusión, ¿encima me ha dicho una
mentira y lo que no quiere es dar golpe? Claro, es que su tiempo es oro y el del
resto de la gente no, porque nos dedicamos a ir a la playa… ¿No te fastidia?
Para colmo, una vez ha terminado los trámites, dedico un par
de minutos a comprobar que llevo toda la documentación y no se me queda nada.
Me gustaría que ustedes hubieran visto su mirada. ¿Qué pasa…ella no se fía de
mi y yo sí? A mí me hace perder el tiempo y esa persona por dos minutos del suyo ya está
“agobiada?
Al final, estuve cerca de una hora esperando para que me
sellaran una serie de documentos. ¡Y eso que no hice cola!
Gente como esta señora son las que descalifican el trabajo de los funcionarios. Después se preguntan por qué parte de la sociedad les tiene manía…Tengo muchos amigos y conocidos en la Administración y sé que no son así. No se puede tener a trabajadores que reaccionen de esa manera. Tengo constancia de que hay muchos casos parecidos. ¡Y así nos va!
Gente como esta señora son las que descalifican el trabajo de los funcionarios. Después se preguntan por qué parte de la sociedad les tiene manía…Tengo muchos amigos y conocidos en la Administración y sé que no son así. No se puede tener a trabajadores que reaccionen de esa manera. Tengo constancia de que hay muchos casos parecidos. ¡Y así nos va!
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Fuente: granadablogs.com |
¡Buenos días!
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