martes, 21 de mayo de 2013

Yo, funcionario




Son las 7:30. Suena el despertador y me levanto. He dormido de un tirón pero hay que madrugar porque tengo que entregar unos documentos en la Administración.

A las nueve, después de haberme aseado, vestido y desayunado, salgo de casa. Antes de llegar a la Consejería, paso por el banco y realizo los ingresos que me solicitan. Me dirijo a un estanco a sacar dos fotocopias más y con todo el papeleo hago mi entrada en el departamento. Se encuentra en la planta baja de un edificio que tiene cinco. Veo un cartel que indica que para el registro no hace falta coger número. Sólo tengo dos personas delante de mí. ¡Genial, por una vez acabaré pronto!

Llega mi turno y me atiende una persona. Me indica que para compulsar y entregar debo hacer un listado de todos los documentos y que una vez lo acabe me siente en un silloncito que hay en el lugar. Me empiezo a sentir Asterix en aquella película de dibujos animados que vi de niña ‘Asterix y las doce pruebas’ en la que para sellar un papel, los dos galos recorrían medio edificio: escalera arriba, abajo, ventanillas…”.



Espero veinte minutos y me llama una funcionaria. Me recoge la documentación y dice que así no la puede compulsar. “Por favor, está ordenado pero ponga cada documento original junto a su fotocopia para compulsarlo. Se puede situar en aquella mesa y mientras yo voy atendiendo a otra persona porque tengo más cosas que hacer”, asegura la señora.

Mi cara en ese momento es un poema. Cojo aire y respiro profundo. ¿No se supone que ése es su trabajo y que es lo que tiene que hacer ella? ¿O hay que dárselo masticado? No admito la prepotencia, pero por desgracia o por suerte, soy educada y me callo la boca. ¡A veces me arrepiento de la educación en valores que me ha dado mi familia y la escuela, porque en esos momentos te dan ganas de decir cuatro cosas!

Termino de colocar los documentos con sus fotocopias y tengo que esperar quince minutos a que acabe con la persona que, encima, iba detrás. Tarda en compulsar lo mío menos de cinco minutos. Le pregunto que si están muy liados y me comenta que “la cosa está tranquila”. Conclusión, ¿encima me ha dicho una mentira y lo que no quiere es dar golpe? Claro, es que su tiempo es oro y el del resto de la gente no, porque nos dedicamos a ir a la playa… ¿No te fastidia?

Para colmo, una vez ha terminado los trámites, dedico un par de minutos a comprobar que llevo toda la documentación y no se me queda nada. Me gustaría que ustedes hubieran visto su mirada. ¿Qué pasa…ella no se fía de mi y yo sí? A mí me hace perder el tiempo y esa persona por dos minutos del suyo ya está “agobiada?

Al final, estuve cerca de una hora esperando para que me sellaran una serie de documentos. ¡Y eso que no hice cola!

Gente como esta señora son las que descalifican el trabajo de los funcionarios. Después se preguntan por qué parte de la sociedad les tiene manía…Tengo muchos amigos y conocidos en la Administración y sé que no son así. No se puede tener a trabajadores que reaccionen de esa manera. Tengo constancia de que hay muchos casos parecidos. ¡Y así  nos va!

Fuente: granadablogs.com

¡Buenos días!

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